CICLO VITAL DE LA FAMILIA
En este apartado vamos a hablar del proceso de formación, desarrollo y evolución de la familia. El ciclo vital de la familia son las distintas etapas o fases por las que transcurre esa unión y se extenderán desde el nacimiento hasta la vejez, abarcando así el ciclo completo de la vida humana. Considerando el inicio en la constitución de la pareja, la familia irá aumentando con el nacimiento de nuevos miembros. Cada uno de sus miembros experimentará las vivencias de las diferentes fases, desde su propia perspectiva, presentando sus propias necesidades al experimentar la misma situación de diferente manera.
ETAPAS DEL CICLO VITAL
A- ADOLESCENCIA
B- INICIO DE LA CONVIVENCIA EN PAREJA O MATRIMONIO.
C- NACIMIENTO DE HIJOS.
D- PERIODO INTERMEDIO.
E- NIDO VACIO.
F- JUBILACIÓN.
A- ADOLESCENCIA
El adolescente explora el exterior de forma independiente, investigando, cuestionando y poniendo a prueba la identidad adquirida previamente a nivel familiar, intentando simultanear entre su familia y sus iguales. En esta etapa la actitud de los padres será crucial para evitar o favorecer que se rompa o se consolide la relación familiar en un futuro.
El adolescente se debate entre la forma de comportamiento que debe tener para adaptarse a su familia y la que debe presentar ante sus iguales, las cuales en ocasiones son muy diferentes y hacen que si se aproxima más a una de las dos, se distancie de los otros. Se ha de tener en cuenta la actitud de los padres ante la situación, la cual en ocasiones dificulta e incluso llega a impedir que el adolescente se adapte o evolucione de forma positiva, autónoma y enriquecedora.
B- INICIO DE LA CONVIVENCIA EN PAREJA O MATRIMONIO
Durante el inicio de la pareja y hasta que se constituye su estabilidad tienen lugar cambios que afectan a pensamientos propios, actitudes mostradas y demostradas, roles a asumir, habilidades a desempeñar, etc. Los miembros de la pareja han de aprender a compatibilizar los intereses propios y ajenos, asumiendo que una mala resolución de los conflictos que surjan, dará lugar a desequilibrios de poder que llevarán al malestar de uno de los dos miembros, lo que pondrá en peligro la consistencia de la pareja. Es importante la relación existente entre cada miembro de la pareja y su familia de origen. La desvinculación absoluta no reporta beneficios, exceptuando los casos en que exista un motivo que lo justifique, que contemple si es mayor el perjuicio que el beneficio para el desarrollo del individuo o de la pareja. En muchos casos una involucración paterna en la vida y las decisiones de la nueva pareja, es motivo de conflictos. Desde el momento en que la pareja inicia su relación, tienen lugar una serie de situaciones que pasarán a formar parte de la construcción de los pilares de la pareja. En alguno casos estos inicios son cuanto menos curiosos, aunque no parecen ser relevantes en lo que será el futuro de la relación. No obstante, a la hora de recabar información sobre el origen de los problemas que han surgido a lo largo de la vida en pareja, es importante que la pareja mire hacia atrás y recuerde cómo se conocieron, lo que hizo que se fijase en su pareja, lo que más le gustó, qué ocurrió después, quién dio el paso de dirigirse al otro si fue este el caso, etc. Supone también un periodo importante el que abarca desde el inicio de la constitución de la pareja hasta el nacimiento del primer hijo, en el caso de que lo tengan. Para algunas parejas este periodo es un periodo relajado y que disfrutan ampliamente. Para otras es un periodo de intranquilidad en el que uno de los dos miembros o ambos se asfixian por diferentes motivos, entre los que figuran la búsqueda del alcance de los objetivos marcados al inicio de la convivencia, las presiones sociales y familiares en cuanto a los objetivos preestablecidos, el desligamiento de la propia familia, etc. En ocasiones, en muchas parejas esta etapa es tan frustrante que conlleva la ruptura de la pareja sin que haya dado tiempo realmente a poner en marcha el proceso de convivencia. Al igual que en otros contextos, la pareja forma una “mini sociedad” en el que se deben establecer una serie de normas y se debe de llegar a unos acuerdos básicos que posibiliten la convivencia armónica.
Podríamos entonces pensar, que la convivencia consiste realmente en conseguir llegar a acuerdos, cosa que a algunos nos resultaría más fácil con personas semejantes a nosotros mismos en cuanto a costumbres, gustos, cultura y educación, aficiones, etc., pero evidentemente, eso no lo es todo. Nos puede resulta más fácil una convivencia con alguien afín en estos aspectos pero, no siempre coincide con la persona que realmente nos atrae. ¿Hasta qué punto podemos decidir sobre eso? Muchas veces nos hemos debatido entre lo que nos conviene y lo que realmente nos cautiva de forma incontrolable, que nos empuja al vacío en un deseo de que nos invada sin límites. Hemos podido escuchar de amigos y familiares, que la persona que hemos elegido no nos conviene, pero….¿qué es lo que realmente hacemos?
El problema más visible resulta cuando esa persona, por la que hemos perdido la cabeza, no nos trata bien, no nos hace felices, no nos corresponde o no se involucra en la relación de forma compensada o recompensada hacia nosotros, y esto queda reflejado en las normas de relación que se definen desde el inicio hasta la consolidación de la relación. En ocasiones encontramos parejas que consideramos consolidamos y nos damos cuenta de la fragilidad sobre la que se asienta, viéndose expuesta a continuas amenazas de ruptura.
Parejas sólidas y resistentes , y parejas vulnerables. ¿Qué diferencia hay entre unas y otras?
NACIMIENTO DE HIJOS
Es cierto que el nacimiento de los hijos provoca cambios a diferentes niveles. Los más evidentes se reflejan en la distribución que se realiza de las responsabilidades laborales, domésticas, de cuidados al niño. Influirán en gran medida las creencias (estereotipadas o no) de los progenitores. Si ambos padres reconocen la necesidad de atención, cuidado y afecto del niño, sin que importe el progenitor del cual provenga, se convertirán ambos en proveedores de cuidados, de intensidad similar, ante las necesidades del niño.
En ocasiones es en esta etapa cuando aflora la primera crisis importante. Por una parte es el momento en el que se modifican los intereses personales y de la propia pareja en función de los destinados al niño. Surgen también tensiones y lucha por el control relativo a las normas y pautas de la educación, etc. También se ve afectada la forma de resolver las discusiones y conflictos, los cuales acuden al nuevo miembro de la familia, y lo utilizan como instrumento para resolver la situación.
En las parejas que no tienen hijos también pueden producirse cambios tras un tiempo de convivencia. Es importante saber si ambos miembros de la pareja han decidido voluntariamente no tener hijos, o por el contrario, ha sido la decisión de uno de ellos, teniendo el otro miembro que resolver si va a poder vivir sin que este hecho le atormente y se convierta en un problema. El espacio que destinaba a su futuro hijo/a, tendrá que satisfacerlo de otra manera.
PERIODO INTERMEDIO
Durante esta fase ya se han consolidado y asentado las normas de la relación de pareja, las relaciones con cada una de las familias políticas, el círculo de amistades comunes y/o propias, etc. La pareja ha puesto a prueba diferentes formas de comunicarse, y ha establecido ya una serie de dinámicas de comunicación con la que progresivamente se va familiarizando. Tras atravesar varios conflictos, la pareja desdobla su sistema de respuesta consiguiendo en ocasiones pequeños o grandes logros.
NIDO VACIO
Los hijos abandonan el hogar y la pareja queda de nuevo sola. En este momento de reubicación analizan lo que comparten, y la motivación que puedan sentir para continuar solos.
JUBILACIÓN
Este es otro de los momentos en que la pareja debe reorganizarse para evitar la aparición de conflictos. La pareja se encuentra relevada de sus ocupaciones y ha de generar nuevas ocupaciones con las que sentirse útil.